martes, 6 de octubre de 2009

La habitacion roja #6



-… recuerdo que de niña sentía una insaciable curiosidad por la oscuridad. No me atraía lo que pudiera ocultarse en ella, fuera real o imaginario, lo que realmente me fascinaba era la oscuridad en sí. La negación de la luz.

Solía escaparme de casa por las noches, sin que mis padres me vieran, y me adentraba en la oscuridad de un bosque cercano que conocía como la palma de mi mano… me excitaba, sí, me excitaba mucho dejarme embriagar por aquellas sensaciones en estado puro, un clímax de placer y terror infantil, algo indefinible.

Una de esas noches de escapadas solitarias descubrí el túnel. Recuerdo que había luna llena. De no ser así supongo que jamás lo habría encontrado. Mi mente de niña quedó fascinada y comencé a fantasear, a imaginar que aquella era una puerta reservada exclusivamente para mí, una puerta que, con toda seguridad, me conduciría al corazón mismo de la oscuridad. Finalmente, me decidí a entrar. Me palpé el bolsillo del pantalón y noté el bulto familiar y protector de la linterna que siempre llevaba conmigo en aquellas excursiones. La llevaba por si descubría algo especialmente interesante y puede que para mitigar cualquier arrebato de miedo, por tenue que éste fuese.

Tomé aire y me zambullí en la negrura. De inmediato, me invadió una especie de euforia. Era feliz. Esa era la sensación que me embargaba. Llegó un momento en que perdí por completo la noción del tiempo y todo parecía formar parte de un sueño monocolor…

Corta su relato bruscamente para pedirme que le acerque el tabaco. Lo hago, consciente de que en mi rostro se puede apreciar cierto esbozo de frustración. Ella sonríe levemente. Sin mirarme. Después, tras encender un cigarrillo, prosigue su historia.

-…recuerdo que llevaba mucho tiempo dentro del túnel y aún no había encontrado nada que, a mi entender, pudiera tener algo que ver con el corazón de la oscuridad. Fue entonces cuando sucedió. Tropecé con algo voluminoso y duro y fui a parar de bruces contra el suelo. Noté la humedad en mi cara y un olor a podrido y acosas muertas me inundó la nariz… algo me cogió del pié… me dí entonces cuenta de que el miedo había llegado sin avisar y se había instalado en mi garganta, ya que grité con todas mis fuerzas, pero lo único que pude escuchar fueron unos gorgoteos agonizantes que provenían de algún lugar indeterminado de la negrura que se extendía delante de mis desorbitados ojos… mi grito había muerto en mi garganta al igual que mi cordura, que acaba de escapar a toda velocidad de mi mente…

Me quedé quieta, paralizada por un terror que cada vez se iba haciendo más y más tangible. Noté que una mano o lo que parecía una mano me recorría las piernas mientras la otra seguía tirando de mí arrastrándome por el suelo… fue en ese momento cuando recordé la linterna y decidí hacer uso de ella. La cogí y la encendí. Entonces pude ver a la bestia, la bestia que formaría parte de mí y de mis pesadillas durante los años venideros…

Ahora sé que sólo se trataba de un viejo mendigo borracho que se había metido en aquel túnel para dormir, pero para una niña de once años era la forma de terror más abominable que podía imaginar… recuerdo que el viejo estaba desnudo a excepción de unos harapos llenos de mugre que le cubrían parcialmente las piernas, surcadas de heridas y ronchas… su pene estaba a la vista, encogido y viejo y sucio… unos gusanos ciegos lo recorrían de arriba abajo, como en una procesión de mal gusto… consiguió agarrarme de la cabeza y tiró de mí de tal manera que caí entre sus piernas… el hedor me dio un puñetazo en el cerebro y tuve que reprimir un primer acceso de vómito… apreté los labios para evitar que nada entrara en mi boca… pude notar los gusanos arrastrándose sobre mis labios y también como la polla de aquel viejo hijo de puta se iba poniendo tiesa contra mis mejillas… aquello fue insoportable, pero lo peor vino después, cuando me dijo que se la chupara… menudo cabrón de mierda, cómo debía estar disfrutando de mi miedo. Abrí la boca y me la metí, pero en vez de chupar preferí morder, morder con rabia animal… entonces, el tipo me soltó dando alaridos y aproveché para salir corriendo, con la linterna en la mano y el miedo agarrado a mi espalda…

…bueno, lo que viene después carece de toda importancia… en mi vida adulta tardé bastante en comprobar que tener una polla en la boca no es nada repugnante. Eso es todo.

Y se decide a concluir.

-Para ser una historia infantil, no tiene desperdicio, ¿no crees?.

Y yo, pienso en el fondo, que todo lo que me acaba de contar no es más que una mentira mediocre. Como mi propia vida junto a ella.

Ella.


Tengo visita.

Mi amante habitual con ojos de resaca de llanto.

Me trae un libro y un puñado de reproches.

Acepto el papel que me otorga en nuestra función. Nuestra farsa particular.

Se contiene.

Veo las uñas de sus manos descuidadas. Mordidas.

Es una visita breve.

Renuncia. Es más de lo que puede soportar. Escapa.

Sé que nunca más la volveré a ver.

Desaparece por la puerta de la habitación del hospital.

La enfermera entra con las bandejas de la comida.

He perdido el apetito.

He perdido todo.

Perdido.




Estamos los tres en la habitación roja.

Ella. Su amante habitual. Yo. Y mi cámara fotográfica.

Verbalizamos historias intrascendentes.

Sopor. Atmósfera. La habitación roja como hipnosis.

La cámara está entre mis manos.

Ella. Su boca recorriendo el cuerpo sumiso de su amante habitual. Encuentra lo que andaba buscando. El miembro sin circuncidar. Lo engulle.

Click. Flash. Click. Flash. Fotografío.

Nuestros juegos son cada vez más peligrosos.

Somos conscientes de ello.

Pero no deja de ser un juego.

Y nos encanta jugar.





Recuerdo la primera noche.

Su aliento sobre mi cara. Alcohol rancio.

Cuatro horas previas hablando sobre nuestras tediosas vidas. Entre sorbo y sorbo de whisky comprado en una gasolinera.

Su culo bajo mis manos. Entre mis dedos.

Ella sobre mí.

Grandes pechos contra mi pecho.

Puedo notar sus pezones ardiendo. Hirviendo.

Su ninfómano clítoris restregándose contra mi erección.

Sus gritos reventando las paredes que nos rodean. Los muros de contención de nuestra cordura. Imagino las grietas.

Su grieta me atrapa. Me obliga a entrar. Más hondo. Más hondo.

Hondo.

Negro.

Finalmente, mi erección entre sus tetas. Mi semen escupido contra su cuello. Su cuello blanco. Blanco. Pegajoso. Su lengua en mi glande. Apurando las últimas gotas. Gotas blancas. Me he corrido. Mi espalda contra el frío suelo. Me he dejado caer. Extenuado. Su entrega me agota. Me consume. Está tumbada boca abajo. Se ha dado la vuelta. Piernas abiertas. Brazos extendidos por encima de la cabeza. Palmas de las manos contra el suelo. Cabeza ladeada. Mirándome. Y el semen resbalando. Fundido en negro.

La banda sonora: el intermitente sonido de los coches.

Lejos. Muy lejos. Infinitamente lejos.







Estoy de pie. En el lavabo del hospital. Mirando por la ventana. Observando el efecto del viento en las ramas de los árboles. En las hojas. Meciendo. Vaivén. Caricia.

Recuerdo.

Recuerdo a mi madre en la cama del hospital.

Hace años de eso.

Su mirada.

Su sonrisa cada vez que iba a visitarla.

El cáncer extendiéndose por su frágil cuerpo.

Su muerte.

Sus manos entre mis manos.

Una última lágrima escapando de sus ojos.

Dolor en mi corazón y, sobre todo, en mi cerebro.

Odié a Dios por eso.

Odié.

Las hojas siguen estremeciéndose.

El verde inundándolo todo.




Es de noche.

Estoy solo.

Tiempo presente.

Lloro por mi madre. Por mi amante habitual. Por mí.

Pérdida.

Lloro.

Me entristezco.

Me muero un poco más por dentro.

Me muero.

Las rayas de la mano hablan por sí mismas.

Inevitabilidad.

Destrucción interior.

¡Quiero morirme!






Ella me acusa de ser un parásito.

Reacciono. Pero no demasiado. Estoy cansado de todo esto.

-…sabes perfectamente que eso no es cierto… hay algo de verdad en todo lo que has dicho, no voy a negarlo… pero yo, desde luego, no soy un parásito, nunca lo he sido-, enmudezco esperando su nuevo ataque, que no tarda mucho en llegar. Era previsible.

-¿Qué hiciste cuándo Meri se mató?. Intentaste seguirla a donde quiera que fuese, pero ni siquiera lo lograste, no conseguiste acabar con tu vida. Hubieras necesitado de alguien que te guiara, que te dijera cómo hacerlo…-. Hace una breve pausa para beber.-…¿Qué harías si yo me suicidara?¿Si yo te dejara?,¿matarte?. Toda tu vida has sido un perdedor, eso está claro… no puedes negarlo.

-De acuerdo, no voy a negarlo… pero tú no eres mi dios.

Miento. Ella lo sabe.

-¿Y qué soy entonces?,¿Satanás?, ¿tu purgatorio particular?...

-…eres una persona que conocí un día en un bar, una persona de la que creí haberme enamorado, una persona con sentimientos, una persona como las demás, llena de defectos y de virtudes, de inseguridades, de miedos… como yo… una alma triste en busca de calor… de ternura… ¿tanto cuesta compartir un poco de ternura?.

Ella hace una mueca de asco que no se preocupa de disimular. Más aún, lo exagera.

La entiendo.

Prosigo.

-…sabes que siempre te he querido, y sabes perfectamente que haría cualquier cosa por ti… por eso no puedo entender por qué te empeñas en atormentarme, en hacerme daño.

Se levanta súbitamente. La botella en la mano. Odio contenido en la mirada. Grita. A veces, pierde el control.

-¿No lo entiendes… de verdad que no lo entiendes?... Te atormento porque eso es lo que quieres, porque eso es lo que das a entender con todos y cada uno de tus gestos.

Da vueltas por la habitación roja.

Como una fiera enjaulada.

-Supongo que esa es tu manera de ver las cosas…

-¿Mi manera de ver las cosas?, ¿es que hay otra manera?, ¿o es que tú las ves de otra manera?... ¿qué pretendes decirme?.

-Quizás no te guste lo que pueda decir…

-No creo que nada de lo que puedas decir me sorprenda.

-A veces me gustaría poder odiarte…

-Todo el mundo puede odiar si se lo propone, te aseguro que no es nada difícil.

-Quizá para ti sea sencillo… yo nunca he odiado a nadie, salvo a mí mismo.

-Eso no me sorprende lo más mínimo, más aún, es típico de ti… casi puedo creer que sea cierto eso de que nunca has odiado a nadie, pero hay una cosa de la que sí estoy absolutamente segura… y es de que tú nunca has amado a nadie… ¿te has enamorado alguna vez?... no, yo creo que no, no tienes esa capacidad… la capacidad de amar… de transmitir cosas… ¿sabes?, pienso que eres una nulidad… algo así como un espejo… por una cara totalmente opaco y por la otra sólo reflejas aquello que se pone delante de ti… ahora soy yo la que está delante de ti… no hay nadie más en tu mundo, y si yo me voy tu mundo se derrumba, deja de existir… así como un espejo no tiene sentido de ser si no hay nadie delante de él mirándose a sí mismo… y lo curioso es que no te das cuenta de que el espejo está ahí… no piensas en él como tal, te miras a ti, no al espejo…el espejo no es más que un instrumento… quizás ese sea tu problema… y es un problema sin solución… tu vida está en un pozo sin fondo… está seco por dentro… a veces, dudo de que tengas alma, aunque quizá sí la tuviste alguna vez… pero es como si te hubieras desprendido de ella, ya sabes, como las serpientes hacen con su piel… es como si te hubieras arrastrado por el infierno y te hubieras desprendido de tu alma porque de nada te servía… tu dependencia te vuelve absorbente… quizá fue eso lo que llevó a Meri a suicidarse, quizá no era lo suficientemente fuerte… le pedías demasiado… ¿sabes?, llega un momento en que tu sumisión se vuelve odiosa… siempre has estado dominado voluntariamente… infinitamente sumiso… nunca levantas la voz, siempre dices que sí… al principio engañas, das otra impresión… puedes parecer el amante perfecto, pero es todo lo contrario… puede que Meri se diera cuenta demasiado tarde, puede que tú te equivocaras pensando que ella era lo suficientemente fuerte como para dirigir vuestra relación… vuestra vida. Pero no fue así, ¿verdad?. Creo que ella no lo pudo soportar más, sencillamente, estalló por dentro… por eso se suicidó… por eso acabó con todo… por eso tú sin mí no tienes sentido… me gustaría saber a cuántas mujeres has destrozado la vida…

Concluye.

Se deja caer sobre la cama. A mi lado. Lejos de mí.

-Es triste… pero me da la impresión de que el amor por ti misma no conoce límites.

-¿Sabes?, eso no es lo más triste… lo verdaderamente triste es que después de dos años te des cuenta ahora de qué va esta historia…

Me mira.

Me ofrece whisky. Como siempre.

Lo acepto.

Se aproxima. Se tiende encima de mí.

Labios contra labios. Me muerde. Chupa la sangre.

Follamos como si nos fuera la vida en ello.

La habitación roja nos observa.

Lascivamente.

Roja.






(Fin de la penúltima parte)

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Las opiniones y los comentarios emitidos en este blog por las personas que en el mismo colaboran, son emitidos, todos ellos y en cualquier formato, a título personal por los diferentes autores. Este blog no suscribe ni secunda necesariamente cuanto en él se exprese.



La Fanzine en Facebook