lunes, 31 de agosto de 2009

La Habitación Roja. José Manuel Vara



(Foto: Bele)



Dedicado a Adriana,


que ha conseguido abrir una ventana en mi pasado...







"Soy de una raza al borde de la extinción"




Autodefinición




BIENVENIDOS AL FESTIVAL DE LA CARNE APALEADA"




Nota escrita en un graffitti.




Silencio.


El ligero roce de la brisa nocturna en las sábanas.




Sueños inquietos.




Pesadillas.




A veces, las pesadillas me obligan a regresar a la habitación roja. Las cortinas que cuelgan desde el techo provocan inocentemente una metamorfosis cruel de la luz. Rojo sanguinolento empapa nuestros rostros, como si de una máscara mortuoria se tratara. Rojo coagulante. Sexos heridos. Sangre en las entrañas. Almas y pasión. Locura. El festival de la carne apaleada.




Despierto bañado en sudor frío. Sudor y miedo.




Imagino que mis pupilas son rojas.




Rojo exagerado. Violento. Homicida.




Mis ojos buscan con desesperación reconocer los objetos familiares que configuran el reducido universo de mi habitación. La habitación donde me escondo.




El dolor proviene de la intuición.




Conocimiento.




Saber que sólo es cuestión de tiempo.




Me levanto.




Camino.





Tropiezo un par de veces. Es el ritual de ir al lavabo. Luz mortecina que proviene de una bombilla solitaria. El vómito acude de inmediato. Hace dos semanas que me viene sucediendo lo mismo. Empiezo a habituarme al dolor.




Sufrimiento.




No estoy a salvo. Tengo miedo. Miedo.




Las pesadillas juegan con sus propias reglas. Reglas dictadas por mentes diabólicas. Reglas que podrían acabar con mi cordura. No recuerdo cuando la perdí.




Recuerdos que me persiguen.




Sabor salado inundándome la boca.




Agua en los pulmones. Mojada sequedad en la nariz.




Voces a mi alrededor. Gente inquieta. Gente que desea salvarme. Desconocidos a los que parezco importarles. Como epílogo, el sonido torturador de la sirena de la ambulancia, que me conduce de nuevo al corazón de la vida.




Segundo intento de suicidio. Segundo fracaso.








Me voy acostumbrando a mi nuevo hogar. Habitación blanca de hospital. Diminutas baldosas hexagonales estallan en asépticos tonos grises que se dispersan por el suelo. Por todas partes. En todas direcciones.




Sigo sin atreverme a mirar debajo de la cama.




Mi compañero de habitación finge no observarme, pero estoy seguro de que lo hace continuamente. Me observa con diplomática desconfianza.




Algunas enfermeras me tratan con cautela.




A la defensiva.




Como si fueran conscientes de que tengo un pasado.




Como si conocieran mis secretos.




Los secretos de la habitación roja.




Ella.




Ella y sus cabellos teñidos. Color de la prostitución. Color del hundimiento. El humo de su cigarrillo deslizándose sobre mi piel. La sangre secándose alrededor de las heridas abiertas con sus uñas. Coagulándose bajo la epidermis en todas las zonas delimitadas por las marcas de sus dientes. Dientes amarillos. Dientes de fumadora habitual. De fondo, aún resuenan los ecos apagados de mis gritos de animal herido. Acorralado. Y sobre mis gritos, sus gritos de fiera en celo. De bestia de la pasión más primitiva. Fuegos extinguidos. Un volcán entre sus piernas. Mi miembro herido. Exhausto. Tirado sobre las sábanas. Envidiando perderse entre sus pliegues.




Semen resbalando sobre sus nalgas.




A ella le gusta así.




Que eyacule fuera de su cuerpo.




Negación del útero.




Espermatozoides muertos en el espacio exterior.




A ella le gusta de esa manera. Como los animales. A cuatro patas. Dice que, a veces, prefiere no mirarme a la cara. Así todo resulta más fácil. Es extraña.




Se aproxima la hora.




Su amante habitual llega a las ocho. Como cada día. Su madre se deja oir desde la cocina. Su refugio. Su claustro. Su monasterio. Su tesoro. Su arte.




A veces, sólo a veces, creo que la envidio.




Me pone los panatalones.




Antes, se entretiene lamiendo mi sexo muerto.




Un inevitable soplo de vida.




Ella como torturadora.




La inevitable erección.




Luego, el sonido desagradable de la cremallera al ser cerrada con violencia. Su risa exagerada. Mi grito mudo. La cremallera enganchando la piel. Los ladridos del perro tras la puerta.




Y la habitación roja se transforma en el templo del diálogo, de la cultura, del trabajo literario, del arte, de la creatividad. De la farsa, del engaño.




Ella se ha vestido sin limpiarse. Su hombre no le hará el amor esa noche.




La certeza.




El amor al riesgo.




La atracción por jugar con la cordura del otro.




La habitación roja como mundo con reglas propias.




Reglas dictadas por el interno más veterano de un frenopático de los años treinta.




Sus reglas.




Ella.




El deseo y la carne.




La pérdida de la condición humana.




Su risa interminable. Su locura cotidiana.




Mi válvula de escape.




Mi perdición.




Sonido estridente de llaves en la cerradura.




Su olor. Olor de hombre esclavizado. Feliz.




Ella abre la puerta. La habitación roja desaparece. El mundo real hace acto de presencia. Ruptura.




Esconde la botella de whisky.




Simula jugar a su juego.




Al de su hombre. Al de su madre.




Su perro lo sabe todo.




Yo finjo ser el mismo de siempre.




Contacto.




Palabras vacías como pretexto. Huída.




Ella me acompaña hasta la puerta. Cierra su otro mundo detrás. Una puerta con cristal de colores. La misma conversación de siempre. La complicidad.




Almas gemelas en cuerpos de diferente sexo.




Lo curioso es que ninguno de los dos tenemos alma.












Calmantes. Calmantes. Calmantes. Mi cerebro amortajado.




La sonrisa estúpida de una enfermera.




Olor a hospital. Desinfectante.




Me siento peor que si estuviera muerto.




Odio fracasar.




Odio vivir en la habitación roja.




Odio vivir fuera de la habitación roja.




Odio vivir.




Sin ella.




Tengo miedo.




Calmantes. Calmantes. Mi miedo atenuado.




Calmantes.


(Continuará...)






José Manuel Vara


Bio-bibloagrafía

"No es un recién llegado, pero sí un perfecto desconocido. Siempre limitando sus movimientos al underground recalcitrante, más por convicción que por vocación, José Manuel Vara (Barcelona, 1965) lleva ya tres años con su cutre-fanzine Atrocity Exhibition, y seis realizando cortometrajes poco recomendables para corazones sensibles -Géminis (94), Feliz quien toma a sus hijitos para romperles el cráneo con piedras (96) y El sueño del hombre monocromo (97)- mediometrajes -La política de los insectos (97)- e incluso largos -Pequeña radiografía de un tormento (98)-. Ocasionalmente edita un fanzine literario Los libros de la atrocidad, y colabora ahí donde le llaman o le dejan. En los últimos tiempos ha puesto en circulación Pequeña radiografía de un tormento (98), un manojo de poemas reunidos en el primer volumen publicado en la colección poesía de Neurotica Books, editorial artesanal que anuncia el próximo lanzamiento de la primera novela del mismo Vara, La habitación roja, y el texto original de Jezabel 6 -¿Lydia Lunch meets Poppy Z. Brite en Barcelona?- que inspiró el argumento de El sueño del hombre monocromo.
Devoto de Bukowski y William S. Burroughs, Vara, sin deslumbrar ni destacar especialmente en lo formal, demuestra poseer una inquietud que en ocasiones le ayuda a trascender lo meramente tributario para facturar poemas de irrebatible fuerza -Dios y Bukowski en el hipódromo, por ejemplo- que dicen bastante y bastante bueno de un personaje que aún necesita soltar el lastre del manierismo pero que parece que va por buen camino"
Oriol Rossell
(Nueva literatura killer. Revista Factory, nª 22. Abril-junio 99)
(Formación académica: Psicología Clínica.)

Ha participado en festivales de cortometrajes como FILMETS, LES COTXERES DE SANTS, FESTIVAL DEL CINEMA DE CATALUNYA (SITGES), donde en el año 2003 se le dedicó un especial en Brigadoon por su amplia trayectoria como cineasta underground. (Sus cortos se han exhibido en varias ocasiones en Badalona Televisió). olaborador de programas de radio con secciones dedicadas a lo alternativo (Radio Pomar, programa Black mass) y organizador activo de la I y II Mostra de Cinema Independent de Badalona.
Actualmente, tiene dos space-fanzines: “Neurótika subfilms” y “Atrocity Exhibition Ciberfanzine”, sigue realizando cortometrajes y colabora como publicista freelance en una agencia de Barcelona. También está escribiendo su cuarta novela inspirada en hechos reales sobre la realidad internauta.



Poética

No recuerdo exactamente cuando empecé a escribir, pero mi memoria ya está impregnada de garabatos en servilletas de bar a la edad de 15 años. No recuerdo cuál fué el detonante, si es que lo hubo, de dedicarme en cuerpo y alma a llenar libretas de poemas... lo cierto es que sigo haciéndolo con la desesperación del alcohólico tirado en el suelo buscando apurar el contenido seco de un último vaso de ginebra...
sigo sin saber por qué... pero sé que ya es algo adictivo,
una especie de segunda piel con la que cubrir mis huesos.
La poesía es mi terapia, mi droga, un poner orden en mi caos interno.
A veces lloro y muy pocas río...mi poesía parte de una desesperanza vital...una especie de aureola de fracaso personal que siempre parece querer acuchillarme desde las sombras más turbulentas de mi cerebro.
Escribo poesía porque soy adicto,
escribo poesía porque es parte de mi vida
y escribo poesía para aprender a mirar a la muerte a los ojos y decirle que no le tengo miedo.


(Fuente: Las Afinidades Electivas)


Blog de José Manuela Vara: http://atrocityexhibitionfanzine.blogspot.com

3 comentarios:

atrocity exhibition dijo...

Para los/-as adictos/-as a la literatura añadir que este es un relato de juventud/madurez y, por tanto, está basado en hechos totalmente reales...
gracias, Adriana...
Vara
neurótika subfilms
(También organizo en la actualidad el Pomarderground Fest , -buscadlo en myspace-,
y he realizado el videoclip "Presa Motriz" de Paula Grau, -cd de inminente aparición-, ex-colaboradora de Javier Corcobado, y sigo haciendo videotraumas y actualmente escribiendo dos novelas: "La femme vudú" y "Lagunas")
escribid, coño, que son dos días...

Anónimo dijo...

Saludos.

Imposible dejar de leer hasta el final...como una buena y dura novela de misterio.

Vara dijo...

gracias "Auroraza",
cosas así animan y mucho...
besos o abrazos neurótikos,
Vara

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