martes, 15 de septiembre de 2009

La habitación roja #3


Sus jadeos y gritos de supuesto placer se extienden, provocativos, por la atmósfera del barrio-dormitorio donde vivimos. Donde vamos muriendo minuto a minuto.

Hacen el amor con las cortinas descorridas.

No les gusta la luz artificial.

Lo hacen todos los sábados. Sin excepción.

Pero, sólo los sábados. Al menos, eso es lo que ella me cuenta.

Su amante habitual cree que es frígida.

Yo no lo creo. Pienso que está asustada.

Pero, no sé de qué.

Evidentemente, hay vecinos que los observan en silencio. En el anonimato. Desde las tinieblas de los deseos reprimidos. Prismáticos por ojos. Comprados con el pretexto absurdo de un futuro safari fotográfico que nunca llegó a realizarse. Voyeurismo*. Aficionados al sexo barato cedido por la diosa televisión. Frustraciones sofocadas a golpes de videos porno. Sexo enlatado. Carente de sentimientos. No de sensaciones. Fúnebres atalayas de hombres castrados por madres-mujeres dominantes. De infancias desdichadas. De presentes mediocres.

Ojos desorbitados. Penes erectos. Mujeres viendo el culebrón de turno. Niños destrozándolo todo. Vida como asco.

Los observan. Siempre los observan los sábados.

Yo sólo puedo imaginármelos.

Ella gritando. Emborrachándose de placer.

Amándolo a través de su polla.

De lo que está a punto de fluir de ella.

Yonki de semen.


Adicta

Zombi

Eutanasia

Perdición

Pasión

Mujer fatal

Descenso

Holocausto

Vampirismo sexual

Rupturas


Su amante habitual corriéndose.

Agradecido.

Eternamente agradecido.

Viviendo a través del mundo de ella. Mundo interior. Mundo imaginario. Vivir al borde de la locura**.

Esperando. Esperando.

Nutriéndose.

Succionando. Esperando. Chupando. Energía.

Vampirizando. Consumiendo.

21 años. Simulando ser un hombre normal o una aproximación al concepto.

Partidos de fútbol.

Más importantes que el sexo.

Ella vendiéndose a su madre a cambio de dos horas de televisión para él. Él no lo valora. Lo considera justo. Él es el que trabaja. El que aporta el dinero. Siempre la misma historia. El hombre sólo lo es gracias al dinero que gana. Los hombres se visten por los pies. Tanto tienes tanto vales. Su sensibilidad es aparente. Nulidad. ¿Y la pretendida evolución de la especie humana?.

Dejo de pensar.

No lo entiendo.

NO lo quiero entender.

Es demasiado mediocre.

Ella presume de genialidad.

Dice ser una diosa.

Pero, cuando la veo vomitar, pierde su aureola de divinidad. Por completo. Absolutamente. Y me da rabia. Rabia… por haber creído en ella.

Vomitar. Gritar. Presumir de amigos. De amantes.

Vulgar. Intransigente. Egoísta. Aterrorizada.

Me da asco porque me recuerda a mí mismo.

Y experimento la no excitación al mirar su cuerpo desnudo. Tendido boca abajo sobre mi cama. Curvas perfectas. Traidoras. Aburridas. Acomplejadas.

Piel blanca. Vello negro.

Huesos en su espalda.

La filmo con la cámara de vídeo. Jugando a Voyeur participante. Observo la filmación. La miro a ella. Es demasiado realista. Sigo sin excitarme. Hace calor. Calor físico. Estamos a finales de junio. El verano se ha hecho de rogar. Ella, al final, ha resultado demasiado fácil. Manejable. Manipulable. Usable. Deteriorable. Caduca. Terminal. Muerte.

Limpio sus vómitos.

Me acuesto en el sofá del comedor.

Le he dado una hora para dormir.

Son las cinco de la mañana.

Su amiga tiene un quiste en uno de sus pechos.

Pus verdoso.

Llora. Ha llorado. Vaso de whisky en mano.

Luz apagada.

Música de The Cure de fondo.

Lágrimas cayendo al suelo.

Después, caen sus vómitos. Marrones. Hedor.

Ella exige. Boca abajo. Pide tiempo.

Me doy asco a mí mismo.

Descubro que yo también soy un vampiro.

Luego, recuerdo. Y con el recuerdo, comparo. Porque en la comparación se sustente la mayor parte de nuestra cordura. Nuestros mal llamados puntos de referencia o asideros mentales. Nuestros asideros a la realidad. Nuestra razón. Nuestra muerte en vida.




Y la luz estallando en mi retina.

Fluorescente inmaculadamente blanco parece flotar sobre mi cabeza. Lavabo aséptico de hospital. Desprovisto de emociones. Pero, eso sí, las vistas desde la ventana no dejan de ser interesantes. El verde sigue enganchándose desesperadamente a los árboles. La naturaleza insiste en ser hermosa. Humillándonos.

Miro distraídamente la bañera.

La bañera. Clavada sobre las baldosas. Baldosas para enfermos. Enfermos terminales. Enfermos del alma.

Corazones polvorientos.

Sólo sirven para bombear la sangre. Para mantenernos vivos. A un paso de la frontera que nos separa de la extinción definitiva. Del crecimiento de nuestros cabellos y uñas más allá de toda costumbre estética. Más allá de los cánones de la moda de los seres vivos.

Llueve.

Observo la lluvia.

Penetrante.

La gente, como diminutas hormigas, corriendo allá abajo.

Hacia ninguna parte.

Como yo.

Creo escuchar los pasos de mi enfermera acercándose por el pasillo. Es hermosa. Pero, no es ela. No consigue saturar mis pensamientos, como lo hacía ella.

Ella.




*Voyeurismo

Etimología

La palabra voyeur deriva del verbo voir (ver) con el sufijo -eur del idioma francés. Una traducción literal podría ser “mirón” u “observador”, con la connotación peyorativa del caso.

Práctica

Las prácticas voyeuristas pueden variar, pero su característica principal es la de que el voyeur, también llamado “mirón” o “brechero”, no interactúa directamente con el sujeto observado, quien permanece casi siempre ajeno a dicha observación.

El voyeur suele observar la situación desde lejos, bien mirando por una cerradura, por un resquicio, o utilizando medios técnicos como un espejo, una cámara, etc. La masturbación acompaña, a menudo, al acto voyeurista. El riesgo de ser descubierto actúa, a menudo, como un potenciador de la excitación.

A la tendencia voyeurista se le asocia frecuentemente la tendencia exhibicionista, esto es, disfrutar mostrándose, más o menos abiertamente, semidesnudo o completamente desnudo. Ambas conductas poseen un fuerte componente compulsivo, irrefrenable, mostrando los sujetos aumento de su tasa cardíaca y sudoración ante la aparición de estímulos relacionados con dichas actividades. Estos efectos físicos desaparecen tras la realización del acto voyeurista.

El voyeurismo se da, en mayor medida, en hombres, mayoritariamente heterosexuales, ya que es el hombre el que depende más del sentido de la vista para alcanzar la excitación sexual.

Es necesario, por lo tanto, distinguir entre voyeurismo y actividad sexual normal, en la que también se produce una excitación al contemplar la desnudez. La diferencia estriba no sólo en el consentimiento o conocimiento de la persona observada que, en el caso del voyeurista, rara vez existe, mientras que en la actividad sexual normal se sobreentiende que sí, formando en este último caso parte de la totalidad de la actividad, no siendo en sí misma la totalidad (la parte por el todo), sino también en la exclusividad de la observación como conducta sexual, carente de interacción física interpersonal.

El DSM-III-R establece asimismo una diferencia entre voyeurismo y contemplación de pornografía. El diagnóstico diferencial se basa igualmente en el conocimiento del hecho de ser observado por la persona objeto de la conducta. Algunos autores, como Langevin y Lang 1987, consideran la pornografía como un acto voyeurista, siempre que este acto constituya la fuente primordial de excitación sexual de un sujeto, o una conducta recurrente.

En lo que respecta a los rasgos de personalidad del voyeurista, estos sujetos suelen ser tímidos durante la adolescencia y con cierta dificultad para iniciar o mantener relaciones de pareja. No son sujetos especialmente propensos a poseer rasgos especialmente patológicos.

El “candaulisme” es un comportamiento consistente en que el mirón deriva placer al observar a su pareja mientras mantiene relaciones sexuales con otra persona.

Para el gusto voyeurista se han creado los llamados peep shows, que son actuaciones que se realizan en vivo en los sex shops o que se observan en la red Internet por medio de una Web cam. Estos shows suelen mostrar a mujeres que fingen no saber que son observadas durante el acto de desnudarse o mientras se masturban.

Por extensión, el término se utiliza también en un amplio contexto: por ejemplo, se habla del “voyeurismo del telespectador” frente a unas imágenes o acontecimientos relacionados con las personas y su intimidad o su desnudo.

La palabra voyeurista o mirón se puede definir asimismo como alguien que disfruta siendo testigo de situaciones de sufrimiento o desgracia de otras personas (schadenfreude).


Penalización

En algunas culturas el voyeurismo se considera una perversión y varios países lo han clasificado como un delito sexual.

El Reino Unido agregó esta ofensa al Sexual Offences Act of 2003, criminalizando el acto de espiar a alguien sin su consentimiento.

Canadá promulgó una ley similar a finales de 2005, declarando al voyeurismo un delito sexual.

EE. UU. también penaliza esta práctica y en nueve estados del país hay leyes que castigan específicamente el “video voyeurismo”, lo cual implica filmar a alguien sin su consentimiento mientras se encuentra en situaciones privadas.


En el cine

El maestro inglés Alfred Hitchcock fue el primero en utilizar el voyeurismo en sus películas, principalmente en su obra “La ventana indiscreta” (1954).

En los años 80, Brian De Palma tocó nuevamente el tema en su ya clásica “Doble cuerpo” ("Body Double" en original), con Melanie Griffith de protagonista. En 1989 el cineasta francés Patrice Leconte mostró a un voyeur enamorado en su film “Monsieur Hire”; protagonizado por una muy joven Sandrine Bonnaire y Michel Blanc, en el papel de Monsieur Hire.

Recientemente, el director austriaco Michael Haneke mostró su perspectiva en “Caché”, una producción franco-austriaca estrenada en el 2005.[


**Locura

Para otros usos de este término, véase loco.

Agnolo Bronzino, Alegoría con Venus y Cupido (1540/45), DetalleSe designó como locura hasta final del siglo XIX a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la norma (del latín vulgar delirare, de lira ire, que significaba originalmente en la agricultura "desviado del surco recto"), por culpa de un desequilibrio mental, por el cual un hombre o una mujer padecía de delirios enfermizos, impropios del funcionamiento normal de la razón, que se identificaban por la realización de actos extraños y destructivos. Los síntomas de ciertas enfermedades, como la epilepsia u otras disfunciones mentales, fueron también calificados de locura.

El concepto de "locura" fue empleado en Europa históricamente en diferentes contextos con diferentes significados, que retrospectivamente se sabe que correspondían a fenómenos distintos, que en la historia de la medicina se encuentran pobremente definidos y que en ocasiones eran incluso contradictorios. La cuestión de qué variaciones respecto a la norma eran aceptadas como "extravagancias" y cuáles como locura podía depender de la región, la época o las circunstancias sociales del sujeto. No fue hasta la aplicación de la nosología moderna cuando se delimitaron los diferentes fenómenos denominados hasta entonces como locura. La locura, en términos clínicos puede ser entendida como una forma de esquizofrenia e incluso como un sinónimo.

Síntomas de la locura [editar]Como las manifestaciones de la locura son muy variadas, se pueden considerar síntomas de diversos estados. En cada caso, el afectado muestra una conducta que se aparta de la normalidad de una forma determinada. Por eso, los afectados quedan desplazados de su entorno social. Frecuentemente se manifiesta como una pérdida de control, en la que los sentimientos se muestran desinhibidamente. La conducta se desplaza fuera de lo racional y las consecuencias de los propios actos no se tienen en cuenta. Los actos pueden ser objetivamente absurdos e inútiles . La diferencia entre lo real y lo irreal puede desaparecer, viéndose perturbada la percepción de la realidad. Se pueden encontrar en la mitología griega ejemplos de consecuencias catastróficas de la locura: Heracles mata a sus hijos; Áyax el Grande masacró un rebaño de ovejas al confundirlo con los líderes aqueos tras una disputa con Odiseo; el rey Licurgo de Tracia confundió a su hijo con una hiedra, símbolo de Dioniso, cuyo culto había prohibido, matándolo, y Medea mató a sus hijos. Las características perceptibles de la locura abarcan un área amplia entre la actividad frenética y la catatonia. De un lado están los maníacos; en el otro los depresivos y los apáticos. A menudo se dan disfunciones en las capacidades comunicativas, que pueden disminuir la inteligibilidad del discurso y pueden parecerse al habla de un niño pequeño: repetición de porciones de frases, reduplicación, hablar con rimas simples, onomatopeyas o cantar canciones infantiles.



Representaciones gráficas

J. H. Füssli, "Kate la loca" (1806/07)Las representaciones de la locura en el arte y la literatura pueden dar información acerca de qué síntomas se conocían en tiempos pasados con el denominador de "locura". Naturalmente estas conclusiones deben de ser extraídas con cuidado, pues pueden ser equívocas. De hecho, una iconografía de la locura sólo puede originarse a partir de las percepciones de su manifestación ya disponibles.

Las interpretaciones concretas artísticas pueden retroalimentar la percepción del público, lo que significa que pueden modelar un determinado estereotipo. Tanto la estética como el diagnóstico médico de la enfermedad son a menudo proyecciones, que pueden expresar la realidad distorsionadamente, o directamente estereotipos.

Las representaciones gráficas de la locura se centran en la expresiones faciales distorsionada, posturas corporales exageradas, gestos sin sentido, actos absurdos y representaciones de alucinaciones o simplemente de fisionomías poco naturales.


Breve historia

Locura, según el diccionario, significa “privación del juicio o del uso de la razón”. Sin embargo, esta acepción no siempre ha sido tal. Antiguamente, se creía que era consecuencia de maniobras sobrenaturales, o netamente demoníacas. También se pensaba que actuaba en el hombre como castigo divino por la culpa de sus pecados. En la Edad Media los leprosos pasaron a ser una imagen distinta del miedo. Temidos y repudiados por los demás, eran excluidos y encerrados en leprosarios mantenidos por el estado; cuyos bienes, una vez desaparecida la enfermedad, eran convertidos en fondos administrados por las ciudades y destinados a obras de beneficencias y establecimientos hospitalarios.

Una vez desaparecida la lepra, su lugar es tomado por las enfermedades venéreas que pronto pasan a ser consideradas asuntos médicos.

Hasta la segunda mitad del siglo XV, el tema reinante es la muerte, que aparece bajo el signo de las guerras y pestes que acompañan este período. Pero ya a finales del período, esta inquietud gira sobre sí misma. Los hombres dudan de todo y, al dudar también de la muerte, se abre una nueva perspectiva que permite burlarse de ella, porque sólo da cuenta de que la verdadera existencia está vedada a los ojos humanos mientras la realidad sea sólo un espejo de sí misma.

En el Renacimiento, la locura surge como una nueva encarnación del mal. Es en este momento en que aparece la denominada "stultifera navis" (nave de los locos) que determina la existencia errante de los locos. Dicha nave fue utilizada para eliminar del territorio a estos seres molestos que ponían en riesgo la seguridad de los ciudadanos. Sin embargo, este viaje no sólo hacía las veces de barrendero humano, sino que, otorgaba al loco la posibilidad de purificación, sumado al hecho de que cada uno es entregado a la suerte de su propio destino, pues “cada viaje es, potencialmente, el último” .

A partir de Erasmo de Rotterdam y del Humanismo, la locura pasa a ser parte directa de la razón y una denuncia de la forma general de la crítica. Es la locura la que ahora analiza y juzga a la razón. Los papeles se invierten y dejan ver que una no podría sobrevivir sin la otra, pues ambas son una misma cosa que, en determinados momentos, se desdobla para revalidar su necesaria presencia en el mundo.

Sólo en el siglo XVII se dominará a la locura a través del encierro, con el llamado “Hospital de los locos”, donde la razón triunfará por medio de la violencia.


"La sabiduría inoportuna es una locura, del mismo modo que es imprudente la prudencia mal entendida" Erasmo de Rotterdam






La locura en la literatura

Acercamiento al Elogio de la locura

Los escritores del Renacimiento, como una forma de poner en tela de juicio todo aquello que encontraban contradictorio, crearon personajes ficticios, mediante los cuales expresaban lo que pensaban. Al darle voz a la locura, Erasmo de Rotterdam convierte su obra en una especie de sátira moral mediante la cual, se da el gusto de atacar todo lo que considera incorrecto, argumentando que la locura es una suerte de castigo del saber, para quienes creen saber.

Académicamente “es objeto de discursos que ella misma pronuncia” . Lo que provoca un mayor acercamiento a la razón, como una característica propia de todos los hombres y no sólo de los supuestos elegidos (sabios).

Luego de que la locura supliera el tema de la muerte en el siglo XV, pasa a ser la forma en que se da cuenta de que la existencia misma no es nada, en el sentido de que no refleja lo que verdaderamente es. Por este motivo, sus discursos son morales. Crítica al hombre el apego a sí mismo y su incapacidad de ver, en la mentira, la verdad.

Lo que intenta Erasmo de Rotterdam, es indicarnos el camino que nos lleve a recuperar la inocencia y la verdadera apariencia de las cosas. Realidad y verdad que sólo son posibles de ver a través de la mirada humana, pero no de aquella dominada por la soberbia, sino de la del hombre común y corriente que disfruta de las cosas mundanas, y que reacciona casi espontáneamente a los estímulos del medio.

La razón, para ser razonable, debe verse a sí misma con los ojos de una locura irónica”. Lo que le interesa a Erasmo de Rotterdam es dar a entender que sólo a través de la locura el hombre sabrá razonar correctamente. Es decir, sólo a través de la prueba y del error, es probable que se llegue a una verdad que siempre estará condicionada por otra, ya que el hombre jamás llegará a ser dueño absoluto de la razón.

La literatura de la modernidad ha encontrado en la locura un paradigma creativo respecto al uso poético del lenguaje; a ella se han remitido principalmente los artistas del romanticismo, viendo la locura sin esa perspectiva "crítica" y admitiendo sus mecanismos lingüísticos como juegos de puro lenguaje creativo. Así, Allan Poe, Baudelaire (con toda la corriente de "poetas malditos" de cambios de siglo) y, más recientemente, escritores adscritos a la llamada literatua experimental. Así, Raymond Queneau dedicó un grueso ensayo ("Los locos literarios")al estudio de un catálogo de locos que, sin entrar voluntariamente en el terreno de la literatura, le sirven como referencias "artísticas" para un estudio de los fenómenos del lenguaje en un uso no convencional.



Razón y locura

"El sueño de la razón produce monstruos", grabado de Goya.El saber de los locos, desde el punto de vista del "Elogio de la locura" de Erasmo de Rotterdam, anuncia que, adoptar una posición absoluta con respecto a la fe o a la razón, no significa conocer, sino que sólo creer saber.

La locura es el ingrediente ideal que debe hacer que los hombres pongan en duda la “verdad” declarada por algunos, ya que la cualidad de los estultos es el ser francos y veraces. De ahí que la estulticia asegure que los reyes prefieran pasar más tiempo con los bufones que con los sabios, porque estos últimos sólo hablan de temas tristes y se preocupan de hacer notar a los demás su supuesta superioridad.

Todo cuanto lleva el necio en el pecho, lo traduce a la cara y lo expresa la palabra. En cambio, el sabio tiene dos lenguas, una para decir la verdad y otra para decir cosas que consideran convenientes según el momento” .

La locura, en el ámbito del saber, no sólo es importante debido a que su reconocimiento conduce a la verdadera razón. También lo es por la relación que establece entre el conocimiento y la experiencia. De modo que no se da valor a las conversaciones banales ni a las falsas creencias.

Es por esto que la locura no puede existir sin la razón, ya que sólo si ésta última es capaz de reconocer a la primera, toma conciencia de sí misma y de la verdadera importancia de las cosas.

A través de la locura, el hombre es capaz de reconocer la miseria que le rodea, porque conociéndola identifica sus flaquezas, sus errores y su verdadera incapacidad de razonar correctamente.

Lo que más crítica Erasmo de Rotterdam son las ciencias por su afán de reconocimiento universal de una sola verdad y sus pretensiones de alcanzar la posteridad. Esto, con el fin de demostrar que no es más sabio quien lee y adopta teorías ajenas, sino quien a través de su propia experiencia establece o comprueba una. Por esto, es prudente quien se acomoda a la situación en la que vive y no se avergüenza de cometer errores por temor a un resultado desagradable.

En el siglo XV, el hombre comienza a establecer los hechos del mundo de otra manera. Los temas “supremos” pasan a ser mundanos, y viceversa, por lo que todo se torna más cercano y entendible. El miedo a la muerte, y a todo lo que provenga de la ultratumba, se atenúa debido a que se humaniza. Se hace más terrenal y, por lo tanto, alcanzable y más comprensible. Sin embargo, se comete el error de creer que este acercamiento da pie a que dichos acontecimientos sean dominables o completamente manejables por la mente humana. Deseo que, obviamente, es improbable si sólo algunos creen conocer la verdadera realidad.

El lunatismo es un estado de locura temporal que suele concordar con las fases lunares, principalmente con la luna llena. En la Edad Media (y aún hoy) contribuyó a la creencia de la licantropía (hombre lobo).


Otros usos del término

Las palabras "Locura" y "Loco" (una persona que sufre locura) se usan en algunos contextos con otros significados sin relación con la enfermedad. Uno de los más frecuentes es el de resaltar la intensidad de una emoción. "Loco de amor", por ejemplo, se utiliza para indicar que alguien experimenta dicha emoción en un grado muy importante.

Se utiliza también, refiriéndose a animales o entes inanimados, para dar a entender que está fuera de control.

En Argentina se utiliza también en la jerga popular para indicar a alguien extrovertido, que comete actos temerarios o incluso como forma amistosa de referirse a otra persona sin usar su nombre. También en este país, se utiliza informalmente para referirse a aquel que está bajo el efecto de alguna droga (principalmente, la marihuana).

Por lo general, los usos de la palabra "loco" en la cultura popular no suelen referirse a la locura en sí sino a alguno de estos otros significados

En México también se puede utilizar con alguna connotación de entornos sociales no aptos.







(Continuará)




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