lunes, 29 de abril de 2013

Tiempo en Retroceso. Ericka Volkova y A. Daonv

http://sergo1.deviantart.com/art/Vintage-Future-169310595




1

Siempre fui un amante de la soledad y de las épocas pasadas, así como de los libros y las películas de misterio. Sin embargo, creo que predominaba aún más mi afición a las épocas pasadas, aun en mis años de estudiante universitario, siendo en ese tiempo cuando una idea asaltó mi mente y la embriagó por completo, la cual se fortaleció cuando observé en la televisión una película de H. G. Wells. Algún día de mi vida tendría que visitar el siglo pasado, o quizás aún más allá de él. Pero no visitarlo en fantasía o por medio de alguna cinta cinematográfica o de video. No, todo ello resultaría en resumidas cuentas, el no haber dejado esta época. Lo que deseaba hacer era el sueño de muchos otros, visitar el siglo pasado en cuerpo, alma y espíritu; regresar en el tiempo cien o ciento cincuenta años, permanecer ahí por un período de uno o dos y regresar de nuevo a la época actual en el mismo instante en el que hube retrocedido en el tiempo. Si pudiese realizar este sueño, al retroceder y situarme en la época deseada, realmente debiese de contar con una edad de menos sesenta y siete o menos ciento diecisiete años, vivir dos años positivos de mi existencia pasada y partir de aquella época con una edad de menos sesenta y cinco o menos ciento quince años, regresando a la época actual exactamente con los mismos treinta y tres años con los que hube partido, pero en realidad con dos años más de vida. Aunque si en la época a la cual retrocedí viví dos años positivos al encontrarme en una edad negativa, lo único que podía hacer era acercarme a mi nacimiento, por lo que esos dos años no los habría vivido. De esta manera, al regresar de la época a la que habría de retroceder, contaría realmente con treinta y tres años de edad, pero sería dos años más viejo de lo que era.

Esta Idea me robó algunos años de mi vida, que al transcurso de los cuales, se tornó en una realidad. Para ello, alquilé una pequeña bodega solitaria en un suburbio de la ciudad. No quería que nadie se enterase de ello, Incluso se lo había ocultado a Astrid, mi esposa, ya que nadie, absolutamente nadie debería enterarse de lo que me había propuesto llevar a cabo.Si mi proyecto resultaba en un éxito, nadie tendría por qué saberlo, pues nunca dejaría por un solo segundo ésta época, aunque pudiese viajar y permanecer en el tiempo cuantas veces yo deseara.

El sábado primero de mayo de 1983 acompañé a Astrid a un concierto de Piano que se celebró por la noche, y hubiese deseado que mi padre nos acompañase también, pues él siempre había sentido una especial predilección por ellos y ahora comprendo el porqué. Sin embargo él y mi madre habían desaparecido desde hacía varios años, comprendiendo ahora también el porqué.

Cuando el concierto finalizó, tuve la oportunidad de conocer a la intérprete; una mujer de 19 años, un poco menor que mi esposa, de piel clara y corta cabellera obscura, de grandes ojos alargados y cara redonda, de bella sonrisa y barbilla semipartida, de cuerpo esbelto más no de gran estatura, pues podría afirmar que medía entre los 1.60 y 1.65. Todo en ella era fascinante, su mirar, su descubrir y el desear ser descubierta, su deseo de ser miles de mujeres en una sola, todo en ella era algo único, un algo único que deseé descubrir en ese momento. Cuan ilógico fue ese instante, pues en este tiempo en el que me encuentro la conozco como mi propia hija.

Me había sido presentada como Circe, así sencillamente, me acuerdo bien de ello, pues cuando escuché su nombre no pude menos que relacionarla con el misticismo y la magia, y ahora, en este instante, supongo que no habría sido posible encontrar un nombre más apropiado para llamarle. Sólo conversamos unos cuantos minutos a solas, pero esos minutos fueron fundamentales para que mi vida cambiase por completo. Hasta unos cuantos segundos antes de que iniciáramos nuestra conversación me encontraba plenamente convencido de que nadie, en lo absoluto, conocía un detalle a cerca de mi proyecto, sin embargo, ella conocía hasta el más mínimo pormenor, y ello, naturalmente, me desconcertó y afligió en extremo:

- Descubre tu pasado -me comentó serenamente mientras bebía una copa de vino- aborda tu nave y gira por el tiempo antes que el tiempo detenga tu propio giro. Embárcate en la irrealidad del infinito mismo y descúbrete en la realidad que habrá de rodearte cuando tu giro se detenga...


2

Cuando Astrid y yo regresábamos a casa, mi mente no dejaba de pensar en aquella mujer y la charla que habíamos sostenido a solas, inquieto por ello, dejé a Astrid en casa y con algún pretexto estúpido, me alejé en el auto guiándolo hasta un suburbio apartado, uno comercial, lleno de tendajos y múltiples oficinas, despachos, locales y sobre todo bodegas. Estacioné el auto frente a la que había alquilado tiempo atrás y mi cuerpo experimentó una gran ansiedad. Al penetrar hacia el interior, mi mente se embelesó al contemplar lo que ante mí se erguía, deslumbrando a mis ojos por el brillo que producía al reflejarse la luz sobre el caparazón de aluminio endurecido, con una sola ventana de un grueso cristal ahumado que dejaba entrever el único asiento con que la nave contaba, si es que se me permite llamarle de esta manera. Me encontraba embriagado de emoción cuando caminé lentamente desde la puerta de entrada hasta donde se encontraba, extendí mi mano y palpé el frío metal, recorriendo su larga forma ovalada. La contemplé brillante bajo la luz artificial, sin pintura que cubriera el metal, con una sola puerta de acceso, y la cual, cuando llegué hasta ella, la abrí más por instinto que por raciocinio. Mi corazón se desbocó materialmente cuando penetré por ella y pude llegar hasta el tablero de mando para acariciarlo y acomodarme en el asiento que se encontraba frente a él.

Había llegado el momento, éste sería el día en que partiría, éste sería el día en que nunca dejaría el instante en que me encontraba, y sin embargo, por paradójico que parezca, éste sería el día en que dejaría ese mismo instante y viajaría a cualquier otra época por el tiempo que deseara. Sujeté el cinturón de seguridad sobre mi pecho y oprimí el botón que cerraba la puerta de acceso para que la cabina sufriera una presurización automática y balanceada. Todo estaba en orden, pero mi corazón palpitó con rapidez y mi mano tembló antes de que oprimiera el botón que encendía el tablero principal y todos los demás componentes que se llenaron de pequeñas lucecillas. Todo era perfecto, todas las maniobras que habían seguido al acto eran correctas. Ajusté el indicador de viaje al año 1780, mes: Mayo, hora: 22:30:00:00. Sólo un botón quedaba sin encender y mi mente dudó antes de que mi mano lo oprimiera. Titubeé por un instante y observé el display de inicio que marcaba 00:00:00:00. Dudé nuevamente, y en un impulso, aplasté el botón de inicio y el display inició su cuenta regresiva apareciendo uno a uno los segundos mientras que la centésimas y milésimas apenas podían ser distinguidas para que al transcurso de sólo un par de segundos, la nave se elevara unos cuantos centímetros del suelo y descansara en un colchón magnético que era producido por cuatro generadores de la parte inferior. Observé a través de la escotilla y pude distinguir como giraba todo lentamente a mí alrededor; tornándose cada vez más veloz a medida que los segundos transcurrían hasta que me fue difícil distinguir los objetos exteriores debido a la extraordinaria velocidad que el giro había alcanzado, convirtiéndose los objetos en una masa difusa, de un solo color, si es que podía llegar a tener color.

Todo se tornó confuso, sin color, sin masa, sin luz, sin forma ni figura, pero ello duró sólo un instante, al cabo del cual, un hermoso calidoscopio de formas y colores se volvió frente a la escotilla; caprichosas formas danzantes de fugaces rayos de luz, un arcoíris con sus siete colores danzando y permaneciendo frente a mi escotilla, un espectáculo de luz visible, del infrarrojo al ultravioleta, del ultravioleta al infrarrojo, figuras luminosas que danzaban a velocidades increíbles, que se transformaban en fotografías en instantes pequeñísimos de tiempo y espacio, danzantes que eran sólo franjas de colores que se estiraban y achicaban. Era un espectáculo hermoso, sumamente bello para poder describirlo, un gran espectáculo que nunca volveré a vivir, y sin embargo, sé ahora que mi yo lo volverá a experimentar.

Sentí cansancio, un cansancio aterrador, luché porque mis ojos no se cerraran, pero lo último que observé antes de caer en un profundo sueño fue que las danzantes luces no estaban ya ante mí y ahora eran sustituidas por un profundo e indescriptible vacío.


3

Mi vista era torpe, pero podía percibir con claridad los ruidos externos: mis ojos se abrieron con timidez y al cabo de un instante pude distinguir la penumbra existente del lado opuesto de la escotilla. Solté el cinturón de seguridad que me mantenía atado al asiento y me incorporé de improvisto; un suave hormigueo recorrió mi cuerpo. Era evidente que había pasado varios minutos sujeto al asiento. Caminé con torpeza a través de la nave y tomé una lámpara de mano, me dirigí hacia la puerta de descenso y palpé un interruptor que accionaba la hermeticidad del compartimiento. Una gran excitación recorrió todo mi cuerpo, una excitación que me hizo temblar de pies a cabeza, una excitación que se tornó en decepción y desconcierto cuando la puerta se abrió por completo y la luz de la lámpara descubrió el mueble de madera de un, para mí, antiguo receptor radiofónico, pero mi incertidumbre aumentó aún más cuando la luz de la linterna irradió la imagen de una mujer de tez clara y grandes ojos obscuros que no dejaban de observarme con una tenebrosa incertidumbre; de corto y lacio cabello obscuro que se deslizaba por su redonda cara; una mujer que cambiaría mi vida futura por completo, aún y cuando yo todavía no naciera.

4

El poder lograr que aquella mujer llegara a confiar plenamente en mi fue un gran y paciente esfuerzo que me llevó varios meses el realizar, y lo comprendo en cierta medida, pues no es cosa ordinaria el ver llegar una "nave de la vida y la muerte", como ella le había bautizado mucho tiempo después de mi arribo:

- No desearía viajar por el tiempo -Me había comentado- la vida es algo tan hermoso que no desearía saber cuál será el día de mi muerte. Tal vez debiéramos llamar a tu nave la nave de la vida y la muerte.

Y ese fue el nombre que adoptó desde aquel día. Y aun cuando no logré repararla del todo sino hasta hace un par de meses, siempre la conservamos en el sótano, pues sabíamos que muy pronto deberíamos partir hacia un incierto futuro que nos aguarda; mas todo ello es parte de mi pasado y el futuro de mi yo que, quizás, nunca llegue a terminar del todo. Sólo existen varias anécdotas que, tal vez como una burla del destino, me acompañarán por la existencia de mi ser, pues el instante preciso en que mi nave hubo de detener su viaje por el tiempo fue el primero de mayo de 1948, exactamente tres años antes de mi nacimiento, y fue precisamente un primero de mayo de 1951 cuando ella, por vez primera, me preguntó el cómo había podido viajar a través del tiempo:

- Dudo mucho que lo comprendas -le respondí en aquel entonces.

- Quizás me subestimes -respondió sarcástica- ¿Por qué no intentas explicármelo?

- La pregunta no sería por qué, sino como.

- Puedes empezar desde un principio.

- Ni siquiera yo mismo sé cómo comenzó todo aquello.

- Pues dispones de unos cuantos minutos -ella consultó el reloj que se encontraba en el buró.

- Muy graciosa mujer -respondí con sarcasmo- Siempre me atrajeron las ideas raras y extravagantes, quizás por ello me ha gustado la astronomía, pues encierra un gran misterio que aún no se conoce. Por ejemplo, en ésta época mucha gente piensa que el Hidrógeno es un elemento secundario en el Universo, pero pronto se captará la longitud de onda emitida por el movimiento inverso del espín de su electrón. El hidrógeno es considerado el elemento más simple, pues sólo posee un electrón que gira alrededor de su...

- Aunque no lo creas -interrumpió- estudié física y química en la preparatoria -ambos reímos de ello.

- Ya que estudiaste física y química en la preparatoria, sabrás que un buen porcentaje de los fenómenos que conocemos están relacionados con la frecuencia, los campos gravitacionales y los electromagnéticos. Por ejemplo, la vista es la recepción de diferentes longitudes de onda, y por consecuencia, de diferentes frecuencias que logran captar nuestros ojos, pero nuestros ojos están restringidos a captar tan sólo un determinado rango de frecuencias, el cual varía del infrarrojo al ultravioleta, es decir, existen muchas otras cosas aparte de las que observamos, las cuales no podemos percibir simple y sencillamente porque no estamos posibilitados para ello. Pongamos otro ejemplo, a ti, en este caso, tu cuerpo posee una energía, la cual se esparce por toda la habitación, pero que no podemos observar porque se encuentra en una frecuencia fuera de nuestro rango visible, pero se encuentra en nuestro mismo espacio, y quizás aún, dentro de nuestro mismo tiempo. Lo que intento darte a entender es que esa energía se encuentra en nuestra relación de espacio-tiempo que compartimos en este instante. Pero que pasaría si pudiésemos controlar la relación espacio-tiempo y observar en el espacio y tiempo deseado lo que se nos antojara.

- ¿Quieres decir que podrías observar las cosas que otros no ven, o que ven, como los fantasmas? -preguntó con evidente interés mientras se acomodaba en la cama en la que se encontraba recostada.

- Aún más que eso, pues si puedes llegar a controlar la relación espacio-tiempo, no solo puedes ver, sino vivir en el lugar y en el tiempo en que desees -hice una pausa y ella esperó por el resto de la conversación- Es evidente que en este instante podemos diferenciar tres dimensiones: un perímetro, un área y un volumen, pero ello es posible porque nos encontramos en una tercera dimensión, dominando por ello a la primera y la segunda por encontrarse en niveles dimensionales inferiores: es decir, podemos dominar el espacio que los contiene pero no el tiempo que les corresponde, ni podemos hacer nada de ello con un nivel dimensional superior por la sencilla razón de que nos encontramos en un nivel inferior.

- ¿Lo que intentas decirme es que estamos sujetos a la voluntad de los seres -su voz se tornó un tanto burlona- si es que existen, que viven en los niveles dimensionales superiores?

- No tan drásticamente, pues los seres de los que tú hablas somos nosotros mismos.

- Espera, hace un momento me dijiste que vivíamos en una tercera dimensión, y estoy de acuerdo, pero por lo mismo no podemos vivir en una dimensión superior, según lo que te entendí ¿De acuerdo?

- No del todo

- ¡¿Cómo que no del todo!?

- Acuérdate que estamos hablando de una relación de espacio-tiempo, en la cual los dos parámetros pueden ser modificados. Ahora bien, el tiempo es una mera concepción imperfecta de una nueva dimensión del espacio; Tiempo y movimiento son dos ilusiones, que en determinados instantes son casi tan perfectas que no logramos diferenciar la una sin la otra, no podemos llegar a concebir un movimiento sin que éste se encuentre ligado al transcurso del tiempo, pero las concepciones pueden llevarnos a conclusiones erróneas.

- ¿Y qué hay de lo otro?

- ¿Lo otro?

- Sí, de las dimensiones superiores.

- Tu misma te respondiste al decir que nos encontramos sujetas a ellas, pero no de la forma en cómo estás pensando.

- Permíteme decirte que no te entiendo.

- ¿Qué es lo que entiendes por futuro?

- No sé a qué venga la pregunta, pero digamos que es lo que está por suceder.

- ¿Y el pasado?

- Lo que ya fue.

- Exacto, si el futuro es lo que está por suceder y el pasado lo que ya sucedió, entonces el futuro es lo que existirá en el presente y el pasado lo que existió en él, pero para que el pasado y el futuro tengan validez, deben de existir o haber existido, aun sin existir. No sé si me comprendas, pero para decírtelo de otra manera, regresemos de nuevo a los niveles dimensionales. El futuro es un nivel dimensional superior al nuestro que en cada instante que transcurre se degrada y entra en un nivel dimensional inferior, y después a otro y a otro y a otro hasta que cae al nuestro y se convierte en nuestro presente, pero en ese mismo instante, el futuro cae a otro nivel inferior y a otro hasta llegar a niveles negativos, convirtiéndose en pasado, más no por encontrarse en niveles superiores o inferiores debemos suponer que no existe por el simple hecho de que no podemos penetrar en esos niveles. Todo lo que ha existido desde el principio del mundo existe todavía, y los acontecimientos futuros existen ya, mas todos ellos se encuentran en una dimensión diferente del espacio-tiempo. El tiempo, en sí, no existe como tal, y pertenece a una concepción errónea que hemos ideado. La creación y destrucción del universo existen ya, y han existido y existirán en nuestra concepción errónea de tiempo, más la creación y destrucción existen en dimensiones que no podemos vivir, sino hasta que la degeneración dimensional la haga entrar a niveles inferiores, para el caso del futuro, o bien, la haga saltar a niveles superiores, para el caso del pasado. La vida existe en un instante y deja de existir en ese mismo instante, pasa de una dimensión a otra, al igual que la existencia de este mundo, pues existe y deja de existir en ese instante mismo... -Ella interrumpió mi relato con un quejumbroso y poco evidente "te entiendo".

- ¿Es el momento? -pregunté con excitación.

- Eso creo -respondió con una sonrisa dolorosa.

- Sólo en esta ocasión fui prematuro -respondí al incorporarme de la cama del hospital en donde ella se encontraba- Al menos no puedes quejarte del todo, siempre me tuviste cerca de ti, tan cerca que me llevas dentro de tu vientre.

- No me estoy quejando ni me arrepiento de lo sucedido, ¿O es que tú sí?

- No, realmente no me arrepiento -respondí en el momento en que una enfermera entraba a la habitación para trasladarla a la sala de partos. Era el primero de mayo de 1951, la hora 13:45, una tarde espléndida y radiante en donde la luz por primera vez llegó a mis ojos, y en donde yo, en el momento de mi nacimiento, observé el sol después de muchos años de hacerlo.

Y ahora, a mis sesenta y nueve años, en un primero de mayo, cuando tengo treinta años y me observo a mí mismo soñar un sueño, me pregunto, ¿qué sucedería si destruyo y destierro el sueño que sueño en mis treinta años y no regreso nunca más al pasado con la juventud de mi vejez?


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